Por: Rafael Campusano
Afortunadamente, se recibe la noticia de que el Huracán Fiona se marcha por el Atlántico. Y que, rumbo a Canadá, mete miedo ahora elevando su categoría a nivel 3. ¡Qué bueno para nosotros que se haya ido!
Se me queda el sabor amargo en la boca, tan solo de pensar que apenas empieza el año escolar y se necesitan mascotas, útiles escolares, mochilas, uniformes, zapatos nuevos; a algunos les toca pagar el colegio y mejorar la calidad de la alimentación en el hogar. Para muchos, se incluye el gasto en pasajes diarios para asistir a la escuela o el colegio, porque no había cupo en la escuela del barrio.
¿Cómo tiene la cabeza un padre de familia cuyo salario es de 11,500 pesos cada mes, que a lo sumo es su salario mínimo? Me pregunto también ¿Habrán pensado el presidente, los funcionarios y los que dirigen el gobierno actualmente en ese detalle?
¡Que ironías tiene la vida!
Existen niños, adolescentes y jóvenes a quienes les inscriben en colegios como el San George, Calasanz, Dominico Americano, la Salle; en fin, como todos esos centros educativos, cuyo año escolar para una sola persona, puede superar el millón de pesos y debe ser pagado por adelantado.
Eso me recuerda también la canción de los Guaraguaos. “Las Casas de Cartón”, cuando expresan: – “Usted no lo va a creer, pero hay escuelas de perros y le dan educación, ¡Pa que no muerdan Los diarios!
No son los mismos años, pero…. Las casitas de cartón, aún siguen siendo de cartón…. ¡Por eso Fiona pudo hacer más daño en el Este y hasta sin ciclón, estas casitas se caen, se mojan, se quedan sin techo; y lo más seguro es que los que están dentro de estas casitas, no tienen comida, ni cupo en las escuelas, ni mochilas, ni zapatos nuevos, ni cuadernos; pero mucho menos podrán vivir bien!
Estoy seguro también, que algunos de ellos serán meritorios y profesionales y superaran a muchos de aquellos a quienes les pagaron un cupo en el San George, el Calasanz, Dominico Americano o la Salle. Pero de seguro que no serán todos, lamentablemente, porque el mundo se inclina siempre para donde hay más pesos y créanme que, aunque las casitas de cartón son más que las otras, la balanza coge siempre hacia el otro lado.