Por: Petra Saviñón, periodista de RD.
Mentira parece que a estas alturas todavía haya casos de profesores que insultan y hasta golpean a sus alumnos. Esa vieja y nefasta práctica que tanto daño hace y que a tantos estudiantes ha marcado, al punto de que aumenta la deserción y enferma cuerpo y mente.
Mostrar desprecio, con términos y frases humillantes, comparar y hasta pregonar situaciones familiares, son conductas antiéticas de docentes que prevalecen en el sistema sin que las autoridades del Ministerio de Educación parezcan enteradas, pese al terrible daño, que incluye desecamiento de males como cefalea, taquicardia, depresión, ansiedad y esquizofrenia.
Esa violencia ante la que el temor impone silencio, queda sin respuesta del alumnado, reprimido por la certeza de que si habla el maltrato aumenta o pone en juego sus calificaciones, aunque no estén en dudas.
Así, el niño, adolescente y claro el bachiller, porque ocurre igual en las universidades, aguanta para no ser más perjudicado y en la educación preuniversitaria hasta los padres son arrastrados por esta aberración y en el miedo de que sus hijos no sean lesionados obvian los atropellos.
Incluso hay situaciones como la retención de notas y el cobro de docencia no impartida en los colegios, como en el caso de los estudiantes que acabaron las clases en mayo por las pruebas nacionales y sus progenitores pagaron silentes junio, para que les entreguen el boletín de calificaciones.
Hasta cuándo será que violaremos esa cualidad, el humanismo, que dizque nos hace diferentes del resto del reino animal, lo que es incierto pero sí nos distingue de los objetos inanimados o sea, sin alma, que no es solo estar muerto en lo físico, la menos terrible de todas las muertes.
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