Por: Enrique Aquino Acosta
Desde que el hombre desobedeció y pecó contra su Creador trato de esconderse, por ignorar que tiene poder para saber y ver todas las cosas creadas, las cuales están abiertas y desnudas ante ÉL (Hebreos 4:13).
En vista de aquella actitud de encubrimiento que asumió el primer hombre al pecar, me voy a referir a las personas que tratan de encubrir sus pecados y el Evangelio.
Según el Diccionario de la Lengua Española, la palabra encubrir significa ocultar, esconder, tapar, callar, proteger, omitir y fingir, que es lo que hace una persona cuando comete algún delito o pecado.
Las personas utilizan diferentes argumentos para pecar. Algunas dicen que Dios es amoroso y misericordioso y no las va a castigar si pecan o piensan que Dios está ausente de la tierra y no las ve, mientras otras se apoyan en la autosuficiencia, el orgullo y la rebeldía para pecar(Ezequiel 8:12)
Las personas que cometen pecados sexuales, como el adulterio, la fornicación o practican la homosexualidad, tienden a encubrirlos, sin darse cuenta que desobedecen las normas de Dios, que son infieles a su pareja y que deshonran a su padre y a su madre.
En el caso de las que roban y matan, lo hacen por codicia. Por ejemplo, las personas acusadas de robar dinero público contratan a ciertos profesionales del Derecho, quienes les aconsejan que asistan a los tribunales con la conciencia cubierta con el manto del “Principio de Inocencia”, mecanismo que les permite encubrir el delito, mientras se determina su culpabilidad.
Por otro parte, la Historia registra la comisión de pecados de carácter político. Uno de los más graves lo cometió el emperador romano Constantino, quien permitió que los pueblos del antiguo imperio babilónico, conquistados por su poderoso ejército, mantuvieran sus costumbres religiosas dentro del territorio romano.
Aquellos pueblos tenían una diosa. La representaban con un niño en los brazos y la llamaban “diosa madre”, “reina del cielo” y “madre de Dios”, entre otros nombres. Además, la adoraban y honraban con velas encendidas, rezos, cantos, fiestas y procesiones a las que asistían los sacerdotales vestidos con ropas de colores y cruces estampadas.
Las costumbres religiosas de esos pueblos penetraron, poco a poco, dentro de la Iglesia Católica Romana y fueron transferidas a María, la madre de Jesús, hecho que constituyó un pecado religioso. Prueba de ello es la manera como la Iglesia Católica la representa, llama, adora, honra y venera.
Realiza el mismo ritual religioso que les hacían los pueblos babilonios a su diosa, hecho que constituye pecado de idolatría, apostasía o abandono de la sana doctrina cristiana y encubrimiento del Evangelio (1 Timoteo 4:1-3)
Para que los amigos lectores confirmen el arraigo que tiene el pecado de idolatría dentro de la Iglesia Católica les voy a relatar esta anécdota. En días pasados, un colega abogado me contó que él visita la Iglesia Católica, desde que era niño y que había leído Éxodo 20:3-5, que dice:
“No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas ni debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás, porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”.
En vista de lo que ordena este texto bíblico, un domingo, después de terminada la misa, el colega preguntó al sacerdote de la parroquia:
__ ¿Por qué tiene usted esas imágenes y esas estatuas ahí? A lo que el religioso, mirándolo fijamente a los ojos, respondió:
__ Si las quito de ahí, todas esas señoras dejan de venir a la iglesia y se queda vacía. Por eso, no puedo quitarlas de ahí__ le rebeló
Como podrán darse cuenta, aquellas señoras representan la condición espiritual en que se encuentran 1,300 millones de miembros que tiene la Iglesia Católica Romana, en todo el mundo, según publica la Enciclopedia Wikipedia, quienes necesitan que se les predique lo que enseña la Biblia contra el culto a los ídolos.
Y en el caso del sacerdote, asumió la actitud que mantiene el liderazgo católico, de nivel alto, medio y bajo. En lugar de predicar y enseñar a los feligreses lo que enseña la Biblia contra los ídolos, prefiere mantenerlos practicando el pecado de idolatría y creyendo que la salvación se obtiene realizando obras sociales o de caridad.
¿Por qué el liderazgo católico no predica y enseña a los feligreses que Jesucristo es el único medio de salvación que tienen? ¿Por qué no les predica y enseña que necesitan arrepentirse de sus pecados para vivir en santidad? ¿Por qué no les advierte que si no se arrepienten de sus pecados les espera la inevitable e inapelable sentencia condenatoria de Dios? ¿Por qué no les advierte que la salvación de sus almas está en riesgo? (Proverbios 28:13; Isaías 55:7)
Debido a esas y a otras actitudes de encubrimiento del Evangelio, Romanos 10:14-15 formula estas preguntas:“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”.
Los líderes católicos encubren el Evangelio, o sea, las palabras que inspiró el Espíritu Santo y registra la Biblia para vida eterna a las personas que las oyen, entienden, creen y obedecen por fe.
Deberían prestar atención a la prohibición que hace Dios sobre los “dioses ajenos”, entiéndase, las imágenes y estatuas con que Iglesia Católica representa a María, la madre de Jesús y a otros difuntos.
Esos dioses ajenos, traídos de otros pueblos, no se deben venerar. No se les debe hacer fiestas, procesiones ni inclinar la frente, persignarse y arrodillarse frente a ellos para adorarlos y honrarlos. El único que merece nuestra alabanza y adoración es nuestro Señor Jesucristo, por haber pagado en una cruz el precio de nuestros pecados para que obtengamos salvación.
Tampoco se debe enseñar que María, la madre de Jesús, el Hijo del hombre, es la Madre de Dios ni que resucitó y ascendió a los cielos y fue coronada allí como reina ni se debe enseñar que la salvación se obtiene realizando obras de caridad, haciendo penitencias o por méritos y capacidades humanas.
La salvación depende, exclusivamente, de la gracia de Dios y de creer el sacrificio que Jesús hizo en la cruz para pagar el precio de nuestros pecados (Hechos 4:12; Efesios 2:8-9)
Tampoco se está diciendo que las obras sociales son malas. Se deben hacer para ayudar a los necesitados, pero no representan un medio de salvación para ninguna persona.
También se han aprobado y publicado leyes, como la del aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, que encubren esos pecados y el Evangelio.
Es necesario que refiera, también, a sectas religiosas y pastores evangélicos que predican y enseñan doctrinas engañosas. Una de esas sectas son los llamados “Testigos de Jehová”. Estos no creen en la Trinidad de Dios y por eso niegan la deidad de Jesús y enseñan que el Espíritu Santo es “una fuerza”.
Sin embargo, se les debe preguntar ¿ Puede una “fuerza” dirigir, hablar, instruir, revelar, enseñar y convencer de pecado a una persona? Según enseña la Biblia ¿Quién hace todo eso?
Otra secta religiosa es la de “los mormones”, quienes enseñan que existen muchos dioses y que las revelaciones de la Biblia son insuficientes y por esa razón Dios le dio otras del mismo nivel espiritual a José Smith, su falso profeta.
Ambas sectas encubren el Evangelio y enseñan doctrinas de error que constituye blasfemia contra el Espíritu Santo.
Por último, me voy a referir a pastores y pastoras evangélicos que predican y enseñan el “evangelio de la prosperidad” , conocido como “teología de la prosperidad”, “evangelio de la riqueza” y “evangelio de la codicia”.
Es un movimiento de fe, que según el teólogo César Vidal, presenta a Dios como una lotería, ya que invita a las personas a dar dinero al predicador a cambio de bendiciones financieras. Sin embargo, mientras los donantes se convierten en más pobres, el predicador termina siendo rico.
El referido “evangelio” se basa en la «Ley de la Compensación», que enseña que se debe dar con generosidad para que Dios devuelva más. Se explota la ingenuidad y codicia de la gente por obtener dinero.
Las iglesias donde se predica el “evangelio de la prosperidad” tienen mucha gente y por esa razón algunos pastores se han comprado jets privados. Alegan que los compran para evitar “las molestias de los demonios”, mientras viajan, mientras otros transitan en carros lujosos y usan joyas costosas.
Se trata de un “evangelio” anti bíblico, ya que Jesús instruyó a sus seguidores a enfocarse en las recompensas espirituales y no en las materiales. Además, no explica la vida de pobreza material que vivieron Jesús y sus apóstoles. Y como señala el pastor Sud Dallin H. Oaks, la raíz de todo mal no es el dinero, sino, el amor al dinero.
Por tanto, el evangelio está encubierto entre los que se pierden, o sea, entre los que han permitido y permiten que el diablo les nuble el entendimiento para que no crean y no les resplandezca la luz del Evangelio de Cristo, que es la imagen de Dios (II Corintios 4:3-4)