Si bien es cierto resulta interesante la presencia de un presidente de la república en cualquier escenario de su país, Luis Abinader debería ser más selectivo cuando decide acudir a actividades públicas. Debería participar sólo en aquellas que tengan “importancia de Estado”.
No debería estar en la agenda suya visitar un mercado popular del INESPRE, “supervisar” una simple jornada de reparación de casas, un “centro de capacitación” barrial, dejar iniciados la rehabilitación de un viejo hospital y un plan de asfaltado.
Tampoco debería ser labor de un Jefe de Estado anunciar la construcción de aceras, contenes y badenes, encabezar una “feria científica” de estudiantes universitarios y nivel medio, entregar tarjetas de un programa de ayuda social, “supervisar” construcciones de proyectos habitacionales y de transporte, y mucho menos dejar iniciada la construcción de un pequeño puente.
Estos asuntos ni siquiera deberían estar en la agenda de un Ministro (secretario de Estado), sino más bien en la de uno que otro viceministro o funcionario de tercera categoría.
El hecho de que Abinader aparezca encabezando tantas actividades intrascendentes y que incluso pronuncie discursos a diario, en cada una de ellas, podría contribuir a un acelerado deterioro de su importancia noticiosa.