Por: Temistocles Montás, economista y dirigente del PLD.
En un artículo de opinión para la edición 2026 de The Economist, titulado “El mundo por delante 2026”, Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, afirmó que “la economía global ha demostrado ser resiliente, pero la incertidumbre es la nueva normalidad”. Según Georgieva, esta situación es producto de la fragmentación del comercio, las crecientes presiones fiscales, la agitación social y la aceleración del cambio tecnológico, factores que están reconfigurando la arquitectura económica internacional.
El actual clima de incertidumbre global se manifiesta en una desaceleración del crecimiento económico mundial. El FMI proyecta que el PIB global pasará de 3.3% en 2024 a alrededor de 3.2–3.1% en 2025–2026, con muchas economías avanzadas creciendo menos de 1.5%. Además, la economía internacional enfrenta un choque arancelario y una creciente fragmentación comercial. Los aranceles generalizados impuestos por Estados Unidos han elevado la incertidumbre sobre las cadenas globales de valor y los flujos de comercio. También, los indicadores de incertidumbre alcanzan máximos históricos. El FMI reporta que su Índice de Incertidumbre Mundial se ha duplicado en 2025, impulsado por tensiones geopolíticas, cambios de política imprevisibles y riesgos crecientes de fragmentación.
Frente a este panorama, Georgieva identifica varias prioridades estratégicas: recomponer el margen fiscal erosionado desde la pandemia, corregir desequilibrios externos excesivos y promover la innovación, la productividad y la integración comercial.
Para países pequeños y abiertos, como la República Dominicana, este entorno supone desafíos adicionales. La economía dominicana está estrechamente vinculada al ciclo económico estadounidense y depende de sectores intensivos en demanda externa, como el turismo, las zonas francas y la inversión extranjera directa. En este contexto, los principales canales de transmisión de la incertidumbre global hacia la economía dominicana incluyen: i) exportaciones: volatilidad en pedidos de zonas francas e incertidumbre comercial; ii) turismo: menor crecimiento en los mercados emisores por percepciones de riesgo; iii) inversión extranjera directa: posposición de proyectos ante mayor volatilidad; y iv) condiciones financieras: políticas monetarias globales más cautelosas y mayores primas de riesgo.
Ahora bien, al analizar los datos publicados por el Banco Central sobre el desempeño económico del primer semestre del año, se observa que la principal causa del frenazo económico que registra la economía en la coyuntura actual proviene mayormente de factores internos. Entre el 75% y el 80% de la desaceleración se explica por la caída en el aporte de la demanda interna, especialmente por contracción de la inversión y moderación del consumo. Sólo entre el 20% y el 25% se origina en la menor contribución de la demanda externa neta.
Por tanto, el frenazo económico de 2025 responde en mayor medida a condiciones internas, aunque se desarrolla en un entorno internacional cada vez más incierto. Ante esto, la política económica debe concentrarse en reanimar la formación de capital, preservar la inversión pública, reforzar la confianza y avanzar en la diversificación productiva y exportadora.
Aterrizar las recomendaciones de Georgieva a la realidad dominicana implica varias acciones: primero, recomponer el margen fiscal sin ahogar la actividad económica. La República Dominicana llegará a 2026 con una deuda pública en aumento y un déficit fiscal de 3.2% del PIB. La consolidación fiscal deberá ser gradual, priorizando la inversión pública en infraestructura, educación, agua y energía, en lugar de recortarla como “variable de ajuste”.
Segundo, cuidar la inversión y la productividad. Con una formación bruta de capital fijo en retroceso, el riesgo es que la desaceleración se vuelva estructural si no se reactivan los proyectos de inversión privada y pública.
Tercero, mantener el comercio como motor de crecimiento, pero diversificando mercados y productos. En un mundo de bloques y aranceles crecientes, depender excesivamente de Estados Unidos y de un número limitado de rubros exportados incrementa la vulnerabilidad ante shocks externos.
Cuarto, gestionar activamente la incertidumbre doméstica. Si a la incertidumbre global se suman ambigüedades regulatorias, ruido político interno o señales contradictorias de política económica, los efectos adversos sobre la inversión y el consumo se amplifican.
Aunque el entorno global es incierto, la desaceleración dominicana proviene sobre todo de factores internos. Superarla exige reactivar la inversión, fortalecer la productividad, condiciones financieras menos restrictivas y reducir vulnerabilidades estructurales. Si se avanza con una estrategia fiscal prudente y un clima regulatorio estable, el país podrá transformar el actual freno económico en una oportunidad para consolidar una economía más resiliente y competitiva.










