De la virginidad al aborto

¿Cuál es el objetivo de concebir para abortar? Pensémoslo por nueva vez: ¿cuál es la finalidad de este proceso?

Alguna mujer en días de goce carnal responderá con viveza: el coito. Pero ni el coito ni el laigo tienen sentido sino para las estructuras públicas a cargo de presupuestar este gasto. Fuera de la inversión de un Estado y del cuidado sanitario puesto al servicio de la mujer en gestación podrá, jamás, explicar esta locura.

Porque no rebusquemos en el léxico de ningún pueblo: concebir una criatura para darle muerte es una locura. Constituiría una muestra de mayor sensatez cultivar la virginidad. Aquellas en las cuales se revuelven las ansias del coito y el paroxismo derivado, me dirán: ¡tú no sabes lo que es bueno!

Y yo, hombre a fin de cuentas, responderé lo consabido. Pues ¡claro que lo sé!  Entre tanto, de lo sabido a la sensatez siempre cabe la interrogante, ¿para qué arriesgarse a la concepción si el propósito es asesinar una criatura embrionaria? Nada más absurdo, criminal e insensato.

Muestra de más sosiego se encuentra en sostener la virginidad.  La virginidad, un ideal de la mujer sana del ayer, es, con mucho, un desvaído recuerdo.

La polvareda levantada al filtrarse un proyecto de sentencia de la Corte Suprema de Justicia, en la capital estadounidense, lo demuestra. En vez de fomentar una vida sana, muchos grupos son partidarios de alterar el orden público en favor del aborto.

¿Cuál es el propósito del aborto? Sostener una práctica médica que, en vez de dedicarse a la búsqueda de tratamiento para enfermedades catastróficas, procuren sostenimiento en esta forma de atenuada criminalidad.

Pregonar lo contrario levanta una polvareda política. E importantes figuras, llamadas por su formación a incentivar la virginidad, con ingenuidad son seducidas por los abortistas.

¿Por qué no incentivar el uso de preventivos, para evitar la concepción? De este modo se evitaría llegar al aborto y las elevadas sumas de dinero dedicadas por las entidades de salud a la práctica del “aborto seguro”, podrían destinarse a la lucha contra el hambre en países pobres.

Contra la lascivia, pues, la virginidad; pero si esta es imposible, al menos busquemos evitar la concepción. Y todos los recursos patrocinados por los abortistas, se destinen a luchar contra el calentamiento de la Tierra.