El PRM enfrenta el desafío de una profilaxis interna

Por: Alejandro Santos, político de RD.

En la dinámica política que vive hoy la República Dominicana, las recientes solicitudes de extradición provenientes de los Estados Unidos, que involucran a personas vinculadas o cercanas al PRM, han colocado al partido oficial frente a una situación incómoda y delicada. Estos episodios han dejado al descubierto debilidades de control que el partido debió prever con mayor rigor, no solo para preservar su imagen, sino para evitar que personas con señalamientos o vínculos dudosos encontraran espacio en sus estructuras.

En un artículo anterior analizamos cómo estas deficiencias no surgieron de la noche a la mañana. Se trata de fallas acumuladas que permitieron el acceso de figuras que hoy enfrentan acusaciones graves. Y aunque cada uno de los involucrados deberá responder individualmente por sus actos, las repercusiones inevitables terminan afectando la imagen completa del partido. En política, lo particular siempre termina impactando lo colectivo. Las partes afectan al todo, y el todo repercute sobre cada una de sus partes.

La verdadera dimensión del problema no está en comparar al PRM con los demás partidos ni en aferrarse a la idea de que “todos son iguales ”. Ese argumento puede ser comprensible en un ambiente político competitivo, pero resulta insuficiente ante la seriedad de los hechos. El desafío del PRM es otro: asumir una responsabilidad institucional real y actuar con rigor para evitar que situaciones como estas se vuelvan a repetir.

La historia de los partidos políticos está llena de organizaciones que no supieron enfrentar sus crisis internas a tiempo y pagaron el precio con su irrelevancia o desaparición. El PRM tiene la oportunidad —quizás la última— de demostrar que es diferente, que puede aprender de sus errores y transformarse en una institución verdaderamente moderna, transparente y comprometida con la legalidad y que puede ser capaz de preservar su conexión con la parte sana de la sociedad dominicana.

Si el partido aspira a recuperar credibilidad y confianza, no bastarán declaraciones aisladas ni expulsiones coyunturales. Será necesario un proceso serio de depuración interna, capaz de identificar oportunamente los riesgos y cerrar las puertas a cualquier intento de penetración desde sectores vinculados al crimen organizado. La política dominicana ha conocido estos intentos en distintas etapas, y la prevención debe convertirse en una obligación permanente, no en una reacción momentánea ante el escándalo.

Este momento que ha colocado al PRM bajo la lupa internacional. La relación con los Estados Unidos, principal aliado comercial y estratégico del país, exige que los partidos políticos mantengan estándares claros de integridad. Cuando un socio de esa magnitud observa señales de descuido o tolerancia, las consecuencias no solo son políticas; también pueden ser diplomáticas y económicas. De ahí la importancia de que el partido actúe con firmeza, claridad y transparencia.

Segun se puede observar, todo indica que el fenómeno de las acusaciones y extradiciones no disminuirá en el corto plazo. Las agencias internacionales han fortalecido sus mecanismos de seguimiento y cooperación, y el flujo de información entre países es cada vez más rápido y más preciso. Por eso, lo que ocurre hoy podría ser apenas una parte de un proceso mayor que seguirá desarrollándose en los próximos meses.

El PRM, más que cualquier otro partido por su condición de organización gobernante, tiene la responsabilidad de enviar señales contundentes de depuración, disciplina y control. La sociedad dominicana está observando, y la confianza política —una vez afectada— no se recupera fácilmente. La imprevisión ha tenido un costo visible; la corrección, si se realiza con seriedad, podría convertirse en una oportunidad para fortalecer su institucionalidad. De lo contrario, la erosión de la credibilidad seguirá avanzando como una espiral que, lejos de detenerse, parece ampliarse con cada nuevo episodio.

jpm-am