Por: Vicente Méndez, periodista de RD.
Santo Domingo Oeste. Los bateyes Caballona, Palavé, Bienvenido y Lechería forman parte del legado histórico y social del municipio Santo Domingo Oeste, donde miles de familias, en su mayoría de origen haitiano o dominico-haitiano, luchan cada día por mejorar sus condiciones de vida en medio de precariedades y abandono en sentido general.
Estos asentamientos fueron fundados durante el siglo XX como parte del sistema de producción del antiguo ingenio Río Haina. Su objetivo era alojar a los braceros haitianos contratados para trabajar en la zafra, práctica común durante las décadas de mayor auge de la industria azucarera.
Con el cierre de los ingenios, los bateyes quedaron convertidos en comunidades marginadas que han evolucionado al margen del desarrollo urbano. A pesar de esto, han logrado sostener una rica convivencia cultural entre dominicanos y haitianos, aunque no exenta de tensiones sociales y legales.
Realidad social y demográfica
Según estimaciones del Observatorio de Migraciones, en República Dominicana residen entre 500 mil y 1.3 millones de haitianos y sus descendientes, muchos de los cuales habitan en bateyes. En Santo Domingo Oeste, con una población estimada de más de 410 mil habitantes, los bateyes representan una parte significativa de la zona rural, donde cerca de 88 mil personas residen fuera del casco urbano.
Un estudio de 2007 reveló que el 84.6 % de los bateyes a nivel nacional carecen de calles asfaltadas, el 92.3 % no tienen alcantarillado, y más del 50 % de sus viviendas carecen de servicios básicos como baños, sanitarios y agua potable. En el caso de Lechería, uno de los más afectados en Santo Domingo Oeste, la situación se agrava con aguas estancadas, mala gestión de residuos y alta contaminación ambiental.
La vida en los bateyes
Palavé, considerado el centro administrativo del antiguo ingenio, logró una transformación positiva, gracias a que muchos de sus residentes aprendieron oficios técnicos que les han permitido integrarse al sector privado y mantenerse económicamente activos.
Bienvenido, aunque logró sobrevivir mejor al cierre del ingenio, ha sido escenario de tensiones migratorias recientes. En mayo de este año, residentes denunciaron abusos durante redadas realizadas por la Dirección General de Migración, alegando detenciones arbitrarias y tratos inadecuados.
Caballona comparte características similares, donde la población ha encontrado formas de subsistir a través del comercio informal, trabajos públicos y empleos privados.
Lechería, en cambio, enfrenta condiciones severas de vulnerabilidad. Las calles sin pavimentar, la falta de drenaje pluvial y los problemas de salubridad colocan a esta comunidad en una situación crítica.
Falta de intervención estatal
A pesar de los múltiples problemas que enfrentan, estos bateyes han estado históricamente ausentes de los planes de desarrollo del gobierno local. No existen programas municipales permanentes que aborden de manera integral las necesidades de salud, vivienda, educación o infraestructura. Las autoridades han limitado su presencia a intervenciones puntuales, muchas veces motivadas por presiones sociales o mediáticas.
Frente a este vacío institucional, los bateyes han sido sostenidos durante años por el trabajo de organizaciones sociales, iglesias, fundaciones comunitarias y organismos internacionales. Gracias a estos esfuerzos, se han desarrollado iniciativas de alfabetización, clínicas móviles, programas de alimentación infantil y apoyo legal a personas en condición de apatridia o con documentación irregular.
Cultura viva en medio de la precariedad
A pesar de las limitaciones materiales, los bateyes mantienen una intensa vida cultural que refleja la mezcla de raíces dominicanas y haitianas. Es común encontrar celebraciones populares como el Gagá durante la Semana Santa, así como toques de tambor, danzas tradicionales, y rituales sincréticos que combinan el catolicismo popular con prácticas del vudú haitiano.
La música y la danza son elementos fundamentales de identidad en estas comunidades. Jóvenes y adultos participan en actividades culturales organizadas por líderes comunitarios o por ONGs, que incluyen desde talleres de percusión hasta actividades de poesía y pintura urbana. Estas expresiones no solo son formas de resistencia y afirmación cultural, sino también mecanismos de integración social en medio de la exclusión.
Retos y perspectivas
Desde el Ayuntamiento de Santo Domingo Oeste se han anunciado planes para el ordenamiento territorial y la inclusión de estas zonas en proyectos de urbanización, como parte de una propuesta de transformación integral en áreas como Manoguayabo y zonas aledañas.
No obstante, líderes comunitarios y organizaciones sociales insisten en que la solución no debe limitarse a infraestructura. Reclaman acceso a servicios de salud, educación, agua potable, energía eléctrica estable y regularización migratoria para garantizar el pleno ejercicio de los derechos de los residentes.
Una historia viva
Los bateyes no son solo restos de una era industrial; son comunidades vivas, con identidad cultural, fuertes lazos familiares y una herencia binacional que forma parte de la historia dominicana. A pesar del abandono, sus habitantes han demostrado resiliencia, creatividad y una capacidad admirable para resistir la marginación.
El reto ahora es del Estado y la sociedad: mirar a los bateyes no como periferias olvidadas, sino como territorios con dignidad y potencial humano que merecen inversión, atención y respeto.