Se asegura que cuando una bestia está herida se torna mucho más peligrosa. Justamente esa es la situación del presidente ruso Vladimir Putin.
Pese al daño causado con sus proyectiles y su variada gama de sofisticados armamentos, Putin vive ahora uno de sus momentos más difíciles pues la guerra que esperaba fuera un fly al catcher se ha convertido en un jonrón con las bases llenas.
No solo se ha tornado larga, pese a sus pronósticos iniciales, sino que ha dado un giro inesperado: Ucrania está ganando gracias al coraje de su gente y el apoyo de diferentes naciones.
Admitir una derrota no cabe en la psiquis de quien soñaba con la expansión rusa. El derrumbe por el que viene atravesando arrastra consigo esa aureola de invencible creada en torno a la figura del ex agente de la KGB.
La negociación de la realidad ha llevado a los intervencionistas a llamar “reagrupamiento de fuerzas” a los golpes infligidos en el campo de batalla y más recientemente calificaron de retirada táctica el abandono de zonas capturadas por los tropas ucranianas.
Los recientes referéndums para anexarse territorios no han sido más que maniobras para distraer la atención de los serios reveses que vienen sufriendo pues el mantenimiento bajo el control ruso de los mismos es cada vez más frágil.
Las referencias al uso de armamentos nucleares es una muestra más de la debilidad que presenta Rusia en este conflicto si se toma en cuenta que ese debería ser el último recurso a presentar.
Sumémosle a todo eso el alejamiento de aliados claves que cada vez difieren más del curso que Putin le quiere dar a su “operación militar especial”.
Después de meses de batalla Putin busca aferrarse a un premio de consuelo que le permita justificar la hecatombe sufrida pero cada vez se le hace más difícil obtenerlo.
Tal como se proyectan los acontecimientos es probable que los ucranianos recuperen terrenos que ya los rusos daban como suyos previo al inicio de la invasión de sus tropas.
Asimismo los cuestionamientos se hacen cada vez más frecuentes a lo interno de Rusia por lo que Putin tendrá que hacer malabares para que los mismos no vayan directamente a él. Sería el principio del fin.
El gas ruso sigue siendo un arma cada vez más poderosa al acercarse el duro invierno europeo pero se buscan alternativas para resistir en tanto que a Putin se le van agotando las opciones.
Es verdad lo del peligro de los zarpazos de una bestia herida pero su agotamiento y los golpes contundentes que pueda seguir recibiendo conllevan a su caída inevitable.