Por: Orión Mejía, periodista de RD.
La humanidad tiene dedos cruzados a la espera el martes del resultado de las elecciones de Estados Unidos, en las cuales los electores decidirán quien ocupará la Casa Blanca, entre Kamala Harris y Donald Trump, que representan caminos similares propósito de preservar hegemonía económica y militar.
Los relojes de todos los confines del mundo, literal, se detendrán hasta la divulgación del boletín definitorio para poder precisar el rumbo que seguirá la economía y política exterior en Washington, aunque hasta en la tierra del Tío Sam se denuncian fraudes electorales e intentos de violentar la voluntad popular.
Vladimir Putin procuró por vía militar y política ampliar o consolidar posiciones conquistadas por Rusia durante su invasión a Ucrania, en tanto que el líder ucraniano, Volodymyr Zelensky, intensificó sus reclamos de ayuda militar y financiera a Occidente para resistir hasta la llegada de Trump o de Kamala.
Benjamín Netahaju aprovechará hasta el último minuto antes de las elecciones en Estados Unidos para intensificar la barbarie que perpetra sobre Gaza y El Líbano, aunque debería saber que sin importar quien gane el respaldo de Washington a Jerusalén no variaría sustancialmente.
Si Kamala accede a la Oficina Oval, es probable que a atención del Pentágono se centre más Ucrania y la Organización del Atlántico Norte (OTAN) en la tarea de completar el cerco militar y geopolítico a Rusia, pero si el triunfo corresponde a Trump, Washington intentaría esencialmente evitar una guerra regional en Medio Oriente.
El ex presidente Trump privilegió durante toda la campaña electoral el tema de la inmigración, que lo llevó hasta el paroxismo, no solo porque se trata de un problema de envergadura mayor, sino también porque la buena situación económica es el fuerte de la candidatura demócrata.
América Latina mantendría su fatídica situación de aislamiento e indiferencia en la política exterior de Estados Unidos, sin importar si gana Kamala o Trump, porque en ninguno de los dos últimos gobiernos republicanos o demócratas, el Departamento de Estado ha dirigido atención especial hacia el continente.
Desde la óptica o conveniencia de República Dominicana confluye la avenencia del discurso extremista de Trump relacionado con el descontrol migratorio, porque al igual que en Estados Unidos, ese es un tema esencial relacionado con la economía y la gobernanza de esta nación.
Kamala Harry representa una mayor cercanía con los anhelos de la sociedad dominicana de consolidación democrática, respeto y promoción de los derechos humanos, así como la prevalencia de una relación comercial con Estados Unidos más expedita y menos deficitaria, con el temor de que persistan presiones de Washington en torno a la inmigración haitiana.
Sin importar quien gane las elecciones del martes, entre Trump o Kamala, los dominicanos deberían entender que hoy, mañana y siempre tendremos que rascarnos con propias uñas, siempre con el irrenunciable compromiso i de preservar y defender los fundamentos esenciales de la democracia, libertad y soberanía.
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