«Peter Pan” llega al Teatro Nacional Eduardo Brito los días 9, 10, 11 de mayo, con un elenco de primera bajo la dirección del veterano Waddys Jáquez y una orquesta con música en vivo.
Por mucho tiempo lo llamaron el malo, el enemigo, el que no sabe divertirse. Sin embargo, el Capitán Garfio —sí, ese de abrigo rojo impecable y mirada fulminante— está cansado de que lo encasillen. Porque detrás del garfio afilado y las amenazas teatrales, hay un hombre con emociones profundas, un armario de diseñador y una sed de venganza tan elegante como su bigote perfectamente peinado.
Todo comenzó con una mano. O más bien, con la ausencia de ella. Peter Pan, ese niño eternamente insoportable con cara de “yo no fui”, le cortó la izquierda y la lanzó como snack para un cocodrilo hambriento.
Y desde entonces, cada tic-tacdel reloj tragado por el reptil le recuerda a Garfio que la vida (y el tiempo) no perdona.
“Ese sonido me provoca puro terror”, confiesa el Capitán, bajando por un segundo la guardia. “Me recuerda lo que me pasó y me da temor de que vuelva a suceder.” No es solo venganza lo que lo mueve. Es envidia también. Peter tiene lo que él nunca tuvo: juventud, agilidad, inocencia… y dos manos.
No es vanidad si es verdad
Ahora bien, si alguien pensó que ser pirata implicaba suciedad y desaliño, claramente es que no ha conocido al Capitán Garfio. “Nunca se puede perder el glamour”, declara con la seguridad de quien sabe combinar el rojo rubí con el drama.
Su bigote, una obra de arte, se mantiene gracias a productos especializados y el esmerado trabajo del Sr. Smee, quien no solo cocina, sino también plancha, corta y probablemente canta mientras lo hace.
En su camarote: múltiples trajes rojos, todos de marca, porque incluso en altamar hay que vestirse para impresionar… o intimidar, dependiendo del día.
Cuando se le pregunta por sus “adversarios”, Garfio no se guarda nada. Peter Pan, el bromista inmaduro; Wendy, esa niñita “cariñosa” (léase: metiche); John, el miedoso; Michael, el dulzón; los Niños Perdidos, una pandilla sin oficio; Trigrilla, una princesa valiente (y hermosa, por cierto); y Jane, una niña con exceso de sensatez. ¿Su resumen? “En realidad, son todos unos idiotas”.
¿Una cena de paz? Solo si Peter sirve
¿Y si pudiera tener una cena tranquila? Garfio lo tiene claro: sería con Trigrilla, degustando un buen estofado del Sr. Smee… servido por Peter Pan, claro, para recordarle quién manda. ¿Hacer las paces con él? “Jamás de los jamases.” El rencor también tiene glamour.
¿Garfio es? Mas que una interpretación, más que un villano.Pero hay otra dimensión de Garfio que renace en el teatro. Javier Grullón, quien lo interpreta en el musical Peter Pan, lo vive intensamente: “Este personaje tiene tantos matices que es una delicia para cualquier actor. Tiene drama, comedia, traumas, contradicciones… y estilo. Mucho estilo.” Y no es solo un papel: es el corazón de un proyecto creado en familia, con su esposa Karla Fatule como productora, y con la pasión de quienes creen en la magia del teatro.
“Mi canción favorita es ‘Garfio Es’”, dice entre risas. “Porque se trata de mí, obviamente”.
Heridas.
La próxima vez que vea al Capitán Garfio sacudiendo su capa o ajustándose el bigote antes de gritar “¡A la carga!”, recuerde esto: no es solo un villano. Es un hombre con heridas, con sueños, con estilo… y con un cocodrilo obsesionado con él. Después de todo, en Nunca Jamás, el tiempo no avanza. Pero para Garfio, cada tic-tac cuenta.
Información.
El musical “Peter Pan” llega al Teatro Nacional Eduardo Brito los días 9, 10, 11 de mayo, con un elenco de primera bajo la dirección del veterano Waddys Jáquez y una orquesta con música en vivo, dirigida por Junior Basurto.