¿Qué estamos haciendo mal?

Por Néstor Estévez, locutor y comunicador de RD.

¿Qué estamos haciendo mal? Podría parecer una pregunta viciada. Alguien preferiría que preguntemos: ¿cómo lo estamos haciendo? Pero se trata de una pregunta condicionada por un mal con terribles consecuencias. A ello se suma la paradoja que incluye el tema de los feminicidios en República Dominicana.

Casi cincuenta mujeres han sido asesinadas en lo que va de año a manos de sus parejas o exparejas en este país. La cuenta ha sido difundida a propósito de la más reciente conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Como se sabe, desde el año 2000, por resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, cada 25 de noviembre se invita a gobiernos, organizaciones internacionales y ONG a tomar cartas en el asunto y a coordinar actividades que eleven la conciencia pública sobre el problema, así como a buscar soluciones políticas para superarlo.

Minerva Bernardino destaca como la primera dominicana que impulsó en la ONU iniciativas relacionadas con la defensa del rol de las mujeres. Se refiere su papel para lograr la creación de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la mujer, en 1946, entidad que llegó a presidir. En esa comisión trabajó por la inclusión del lenguaje de género en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Otro hito al que se vincula a Bernardino es la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación Contra la Mujer, también en el seno de la ONU, en 1967. En definitiva, esa destacada diplomática y feminista representó a la República Dominicana en organismos internacionales defendiendo la igualdad de género e impulsando acciones para que la lucha contra la violencia hacia las mujeres recibiera reconocimiento global.

Otra valiosa participación dominicana está vinculada con la decisión de la ONU sobre el 25 de noviembre, que estuvo antecedida por el Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, realizado en Bogotá, Colombia, del 16 al 19 de junio de 1981. La agenda de ese cónclave incluía escoger una fecha como símbolo de la lucha contra la violencia hacia las mujeres.

Ya en 1979, las Naciones Unidas habían aprobado la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Pero faltaba más. Por eso en el encuentro realizado en Colombia, la dominicana Ángela Hernández planteó que fuera el 25 de noviembre por recordarse uno de los crímenes de mujeres más dolorosos y significativos: el de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal.

Como se ha de notar, la República Dominicana ha sido referente para la erradicación de la violencia hacia las mujeres. ¿Cómo se explica entonces que también sea expresión de lo contrario? Para solo tomar una muestra, según datos oficiales suministrados al Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG), de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2022, República Dominicana ocupó el segundo lugar en feminicidios en la región.

¿Cómo explicar esa paradoja? ¿Qué estamos haciendo para superar el problema? ¿Qué estamos haciendo bien? ¿Qué estamos haciendo mal? Los medios de comunicación, tanto tradicionales como novedosos, ¿qué incidencia están teniendo en el tema? La familia, tan en crisis, ¿cómo está incidiendo? Y la escuela, en la práctica, ¿promueve o combate ese tipo de violencia?

Se ha vuelto más que urgente reparar en cuál de las dos posiciones está asumiendo la República Dominicana. Para comenzar, si se cambia el sensacionalismo por la actuación ética en la cobertura de casos de feminicidio, visibilizando las causas estructurales y evitando la revictimización, desde los medios se haría un valioso aporte. Pero algo más: cuidar que el cacareado “contenido” cuestione estereotipos y fomente relaciones igualitarias sería determinante.

Una educación transformadora, que se coloque por encima del entretenimiento con perspectiva de género, capacitando a docentes en el tema, pero además fomentando y practicando el respeto mutuo es clave para prevenir la violencia desde la infancia.

Con políticas públicas integrales, que involucren a las familias, brindándoles apoyo y ayudando a romper ciclos de maltrato, incluyendo fortalecimiento de las leyes contra el feminicidio, garantizando su cumplimiento y ofreciendo atención integral a las víctimas se avanzaría a un nivel en el que posiblemente sobre preguntar: ¿qué estamos haciendo mal?